Aileen no lo podía creer: después de haber accedido a besar a Karla, con la única idea en su mente de convencerla acerca de su supuesta identidad, ahora empezaba a sentir, inexplicablemente, cómo sus emociones respondían y actuaban de la manera menos esperada. No sintió asco, mucho menos repulsión. La forma cómo era besada le estaba produciendo agradables sensaciones nunca experimentadas, tanto, como para convertir un simple pico en un apasionado beso. Solo sentía ganas de continuar abrasada a la muchacha, de continuar besándola y de ir un poco más allá.
Su conciencia, capaz de darle la orden de detenerse, de pensar en Aikaterina y en sí misma como una mujer heterosexual, alejada de ese tipo de prácticas, la había abandonado por completo. Era increíble sentir la suavidad de los labios de Karla y de su forma de besar, especialmente al compararla con la del teniente Williams e inclusive con la de su vecino.
No actuaba responsablemente, pero ya no importaba. ¿Qué más daba