Pablo aún no lo podía creer: sintiendo la tibia cobija bajo su espalda, la proximidad de las llamas de la chimenea, el sonido de la lluvia y los truenos en el exterior, no paraba de observar el dulce y angelical rostro de Marize, quien dormía apaciblemente, su cabeza apoyada en su pecho. Había sido un momento de ensueño, algo inolvidable, la mejor experiencia de su vida en cuanto a mujeres se trataba. La ternura de la joven rubia había sido inigualable, la dulzura de sus besos y sus caricias sobrepasaban todo lo esperado, y su forma divertida de comportarse le había dado mayor valor.
Sin embargo, se preguntó si no estaría exagerando. ¿Acaso, no podría tratarse simplemente de la impresión dejada en su mente al haberse visto haciéndole el amor a quien consideraba la mujer perfecta, idéntica clonación de su creación literaria? No lo sabía, necesitaría de algunos días o de pronto semanas para analizarlo, para saber si se encontraba con la mujer de su vida o si tan solo eran la imp