–Hermanita, lo que te voy a decir podría muy bien no decirlo y aprovechar tu manera de pensar para tomar ventaja con respecto a Pablo –Aikaterina se encontraba sentada en el comedor, dándole los últimos bocados a su cena–, pero quiero que las cosas sean... justas...
–¿Qué es lo que quieres decir? –preguntó Aileen, sentada al otro lado de la mesa, su mirada fija en el rostro de su hermana.
–No puedes rendirte solo porque las cartas dijeron eso, se me hace una bobada –dijo Aikaterina mientras movía lentamente su cabeza de un lado a otro.
–Lo que dicen las cartas no son bobadas, todo es muy cierto –alegó Aileen, quien había pasado los últimos minutos explicándole a su hermana lo ocurrido durante la lectura.
–¿Entonces vas a dejar que Marize se quede con él? –Aikaterina arrugó los labios.
–No puedo luchar contra el destino... y el destino ya está escrito, las cartas lo dijeron.
–Qué pena, hermanita, pero no me gusta que te rindas de esa manera –Aikaterina pas