–Eso está mejor –dijo Marize, pero antes de decir algo más, Pablo sintió el frio líquido en su espalda, acompañado por la suavidad de unas manos recorriendo desde la parte baja de su cintura hasta el cuello y los hombros.
–Pareces experta en esto.
–¿Experta? No exageres, no se necesita mayor experiencia para hacer esto –dijo ella asegurándose de haber cubierto toda la espalda de su amigo.
–Lo digo por la suavidad con que lo haces… –se sentía incómodo y no sabía si era por la diferencia de edad, por ser ella la novia de Tomás, por aún tener en su mente a las gemelas, por estar tratando con una muchacha idéntica a la de su novela, o por la suma de todas esas razones.
–Bueno, ahora es mi turno –dijo ella acostándose boca abajo sobre la superficie de la cubierta, la cual ya empezaba a ganar temperatura gracias a la fuerza de los rayos del sol.
–¡Muy linda tu espalda! Toda bronceadita –ahora la estaba halagando.
–Mil gracias, está a la orden –dijo ella s