Lo único positivo para Pablo, después del mal entendido con las gemelas, fue haber tenido más tiempo para avanzar en la escritura de su novela. Sin la distracción de las hermanitas griegas, se veía obligado a permanecer más tiempo en su nueva vivienda. Sentado frente a su máquina de escribir, pero con la mirada fija en el océano, trataba de analizar su vida durante los últimos seis días, y cómo había logrado cambiar su visión de lo que lo rodeaba: ya no lo veía como un paraíso, el mal genio le estaba ganando, solo salía al pueblo a comprar víveres, se limitaba a tener pequeñas charlas con Martín en el momento de pagar la cuenta, y ni siquiera había tenido la suerte de cruzarse con la divertida Marize. Varias veces al día ponía su ojo en la mira del telescopio tratando de encontrar a alguna de las gemelas, bien fuera en la playa o en el balcón del faro, pero hasta el momento sus intentos habían sido infructuosos. Sin embargo, el tiempo a su disposición no lograba aprovecharlo plenament