Destapó el frasco, volcó una píldora, la envolvió en un pañuelo y la escondió en el vestidor. Solo entonces volvió a la cama, la abrazó y le acarició la mejilla.
Ojalá no sea nada serio.
***
Al día siguiente, ya en la oficina, Alejandro llamó a Sergio y le entregó la pastilla.
—¿Qué es esto? —preguntó Sergio, desconcertado.
—Mándala a analizar. Quiero saber qué medicamento es. Lo antes posible.
La expresión de su jefe le dijo que era mejor no preguntar más.
Conseguir el análisis no era complicado; para el mediodía ya había resultados.
—Alejandro —dijo Sergio, entregándole el informe digital—. El laboratorio quiere hablar contigo.
Alejandro frunció el ceño. Aquella medicina no debía de ser tan simple.
—Pásame la llamada.
—Sí.
Conectaron la línea.
—Habla Alejandro.
Mientras leía el informe, preguntó:
—Según esto, ¿es un somnífero?
¿Luciana padecía insomnio? Y él, durmiendo con ella todas las noches, sin enterarse.
—Sí… pero no es solo eso —dudó la voz al otro lado.
—¿Cómo que no solo eso