Capítulo 961
Luciana no conocía bien los pasillos del hospital, así que la jefa de enfermeras la acompañó hasta el módulo de seguridad.

Apenas cruzaron la puerta oyeron al guardia regañar:

—¡Le estoy hablando! ¡Entrégueme el celular!

Alejandro estaba recostado en la silla, una mano sobre el respaldo y los dedos largos tamborileando con parsimonia en la mesa. No soltó palabra.

—¡Oiga! —insistió el guardia—. ¿Está sordo?

Alejandro lo miró de reojo y siguió en silencio.

—¡Ya basta! —golpeó la mesa—. ¿Qué clase de actitud es esa?

—No pierdan el tiempo —intervino otro—. Llamemos a la policía; seguro que algo turbio trama. Tenemos pruebas: horas merodeando y ahora se niega a cooperar.

—¿Escuchó? Si no colabora, tendremos que reportarlo.

Alejandro alzó una ceja y, con una sonrisa letal, respondió:

—Perfecto. Llámenlos ya… Estoy aterrado.

Desde la entrada, Luciana se cubrió el rostro con la mano. ¿En serio? Aquello era de lo más infantil… y vergonzoso.

—¡Luciana! —Alejandro la descubrió y se levantó de un
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