Luciana no entendía; se frotó las sienes.
—Habla claro. Francamente, sus asuntos nunca me han interesado.
Mientras más indiferente se mostraba, más rabia le daba a Luisa. Apretó los puños.
—Oí que te lastimaron… y fue un fan mío. —Inspiró hondo—. Supuse que por eso me castigó; me clausuraron todos los contratos esta mañana.
—Ya veo… —Luciana entrecerró los ojos—. ¿Crees que te castigó por el ataque?
—Sí… —confirmó Luisa con la cabeza.
A primera hora su agente la había llamado para decirle que todos sus contratos estaban cancelados. Si el nudo lo hace él, sólo él puede soltarlo, pensó, y fue directo a buscar a Luciana.
—Yo ni enterada de que te lastimaron —dijo con voz temblorosa—. Juro que no tuve nada que ver. Te lo ruego, habla con el señor Guzmán… Ya dejé la medicina; si además me cierran las puertas en el espectáculo, ¿qué hago?
Las lágrimas en los ojos indicaban que, al menos, su desesperación era real.
Por compasión—o quizá por simple justicia—Luciana accedió.
—Está bien. El prob