Capítulo 925
El agua siguió corriendo; Alejandro tardó unos segundos en procesar.

—¿Separados? —repitió, medio incrédulo.

—¿No es lo lógico? —Soltó una risita—. Con tanta gente invitada, si llegamos juntos y alguien nos ve… imagina los comentarios.

—¿Te da vergüenza ir conmigo? —alzó una ceja.

—¡Claro que no! —negó de inmediato—. Pero yo no soy Luisa, la exposición pública no me sirve de nada. Soy médico, llevo una vida tranquila y no me hace gracia que me pongan un reflector encima.

Suspiró y añadió más bajo:

—Alba entiende cada vez más. Si escucha algo que no deba, ¿cómo le explico? Viajar por separado es más prudente, ¿sí?

Alejandro guardó silencio; las manos se quedaron quietas entre la espuma del champú.

—¿Y esa mirada perdida? —lo apuró ella—. ¡Termina de enjuagarme; tanta espuma daña el cuero cabelludo!

—Cierto. —Él volvió en sí y siguió masajeando con cuidado—. ¿Todavía pica?

—Ya no. Suficiente.

—¿Acondicionador?

—No hace falta; cuando me seques el pelo le pones unas gotas de aceite.

—Como
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