Luciana guardó silencio y, por fin, asintió.
—Lo entiendo… —Su voz se quebró—. Pero no tengo otra opción.
Forzó una sonrisa:
—De verdad, gracias por esta noche. Seré más cuidadosa de ahora en adelante.
«¿De ahora en adelante?» El corazón de Alejandro dio un vuelco; las sienes le latieron con furia.
Quería intervenir, pero… ¿con qué derecho? Él no era más que su paciente… y ella, su doctora.
***
A la mañana siguiente, Alejandro bajó temprano y encontró a Luciana en la cocina; el remedio ya hervía a fuego lento.
Sin decir palabra, él tomó el cuenco, contuvo el aliento y se lo bebió de un solo trago.
Antes de marcharse la miró, dudó un segundo y terminó preguntando:
—¿Piensas volver a Serenity Haven?
—Sí. —Luciana asintió.
—¿Perdón? —El ceño de Alejandro se frunció de inmediato; la irritación asomaba en su voz.
—No lo tomes a mal. —Luciana alzó las manos—. No voy por Adrián. Después del desastre de anoche estaría loca si insistiera. Pero el gerente y la jefa de piso se han portado bien co