Al llegar, vieron en el centro de la pista a Alejandro bailando un vals con Luisa. Simón se sintió algo incómodo y trató de ponerse delante de Luciana para bloquearle la vista.
—Vayamos mejor a la sala acristalada.
Allí quedaba la zona de descanso.
—De acuerdo —asintió Luciana con una sonrisa tranquila.
Sabía que Simón temía que se pusiera celosa, pero… ¿por qué habría de estarlo? Uno debe ser consciente de su lugar en la vida. Los sentimientos también pueden controlarse, y no hacerlo sería actuar sin sensatez. Luciana lo entendía perfectamente, aunque la que no lo llevaba nada bien era Juana.
La música terminó y, con un intercambio de miradas cómplices, Alejandro y Luisa abandonaron la pista del brazo. De pronto, Alejandro se llevó la mano al estómago.
—¿Qué sucede? —preguntó Luisa con preocupación.
—¡Alejandro! ¿Te encuentras bien? —Juana apareció enseguida y se aferró a su otro brazo.
Luisa miró a Juana de reojo.
—Señorita Díaz, ¿acaso no sabe que el señor Guzmán tiene problemas de