De regreso a casa, Luciana le envió un mensaje a Martina:
“¿Cómo va todo?”
Pasó un buen rato sin recibir respuesta. Tal vez Martina estaba ocupada y no había visto el teléfono. Así que Luciana decidió no insistirle por el momento, aunque no podía evitar preguntarse si todo iría bien.
Ese día, Martina había planeado contárselo todo a Vicente de una vez por todas. Ahora mismo, ella estaba sentada en un reservado de restaurante, intentando calmar sus nervios con respiraciones profundas. El sonido de un mensaje entrante en su celular pasó completamente desapercibido porque estaba demasiado inquieta.
Siguiendo el consejo de Luciana, Martina había invitado a Vicente a cenar. Para bien o para mal, esta era la noche decisiva.
—Señor, por aquí —dijo el mesero, indicando la entrada del reservado.
“Ya llegó”, pensó Martina. Sintió cómo su espalda se ponía rígida de inmediato. Cuando la puerta se abrió, Vicente entró con una sonrisa.
—¡Marti! —la saludó.
—Vicente… —respondió Martina, poniéndose de