Pero todo salió mejor de lo que esperaba. Cerca de las ocho, el supervisor se acercó con un papel en mano.
—Luciana, en la habitación número 8 te requieren específicamente. —Le lanzó una mirada significativa—. Ya sabes quién es.
Luciana comprendió al instante y tomó la nota con serenidad.
—Oye, ten cuidado —advirtió el supervisor con cierta preocupación—. Nunca había pedido a nadie en especial. No vaya a ser que quiera otra cosa…
—Tranquilo —respondió Luciana con una sonrisa—. Dudo mucho que sea nada indebido.
Reunió sus instrumentos y se dirigió a la habitación 8. Al entrar, Adrián le sonrió.
—Qué bueno que estás aquí. Me preocupé pensando que tal vez hoy no trabajarías.
—¿Usted vino a buscarme en específico? —preguntó ella con amabilidad—. Si quiere asegurarse, puede llamar a la recepción antes de venir. O, si tiene un día fijo para venir, puedo organizar mis turnos de acuerdo a su horario.
—Me parece perfecto —aceptó Adrián con un gesto de alivio—. Generalmente paso los miércoles.
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