—Lo entiendo —susurró Luciana—. Esperaré hasta que cumpla el mes.
Además de querer cuidarse, necesitaba asegurarse de que todo saliera a la perfección.
Gracias al excelente equipo médico de recuperación posparto, apenas había pasado una semana y Luciana ya casi lucía igual que antes del embarazo.
Cuando Martina fue a visitarla, no pudo evitar exclamar:
—¡Vaya! ¿Quién diría que eres mamá de una bebé? Te ves como una adolescente.
La única sombra en aquel panorama era que sus ojos seguían sin mejorar.
—Marti… —Luciana la tomó del brazo—. Llegas justo a tiempo. ¿Me acompañas a ver a Alba?
—Claro que sí.
Con cuidado, Martina la guio hasta la sala de neonatos.
—Ya llegamos —le avisó, ayudándola a colocarse frente a la incubadora—. Toca aquí. ¿Notas el cristal?
—Sí… —Luciana sonrió con dulzura—. ¿Alba está adentro? Cuéntame, ¿cómo es? ¿Qué está haciendo ahora?
—Está dormidita —respondió Martina, inclinándose para ver mejor—. Lleva un chupón y parece soñar que está comiendo; mueve la boquita m