Una risa amarga se escapó de sus labios. Recordó todo lo que había hecho en su momento contra Luciana, y ahora era él quien vivía esa traición. Se giró para marcharse:
—Ricardo, ¿a dónde vas? —lo llamó Clara, corriendo tras él y sujetándolo—. ¡Perdóname, fui una tonta…!
—¡Suéltame! —gruñó, lleno de repulsión.
—No… —Clara lloriqueó, cubierta de lágrimas y mocos.
De pronto, ella miró a Luciana con furia:
—¡Fuiste tú, ¿verdad?! ¡Tú me delataste!
—¿Qué? —Luciana frunció el ceño, asombrada.
—¡Te vi! Estoy segura de que nos viste en el hospital. —Sus ojos echaban chispas—. ¡Tú quieres hundirme!
Luciana comprendió que Clara se refería a aquel encuentro en el hospital anexo, cuando la había visto con el hombre de mediana edad.
—No lo niegues, sé que nos viste. ¡Lo hiciste a propósito, me odias! —vociferó Clara.
—Sí, los vi —admitió Luciana con franqueza—. Y no fue solo hoy; sucedió un par de veces antes.
La cara de Clara palideció aún más.
—¡Entonces… entonces fuiste y se lo contaste a Ricardo