La habitación olía a desinfectante y se sentía el eco reciente de la limpieza profunda.
—Ya casi terminamos con los trámites —continuó—. Solo estamos esperando la fecha oficial que nos mande el Instituto Wells para enviarlo.
Ricardo y Luciana se quedaron callados un momento, mirándose a los ojos. Ambos entendían que Pedro se marcharía para estudiar y que no volvería pronto. Quizá pasarían años antes de su regreso… suponiendo que decidiera volver.
Mientras Luciana era la hermana grabada a fuego en la mente de Pedro, su única familia directa, Ricardo sentía que con el paso del tiempo el joven acabaría olvidándolo. La idea lo llenaba de una mezcla dolorosa de añoranza y arrepentimiento: había conocido a sus hijos recién cuando creía que la muerte se lo llevaría, y de forma egoísta aceptó el trasplante de hígado de Pedro. Ahora, sin que Luciana le hubiese dado su perdón, el hijo que acababa de encontrar se marchaba lejos.
Ricardo parpadeó, conteniendo las lágrimas que pugnaban por salir.
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