Justo lo que imaginaba. Ninguna sorpresa en realidad. Luciana exhaló despacio, tratando de serenarse.
—De acuerdo, gracias.
Martina, con voz llena de preocupación, preguntó:
—Luciana, ¿de verdad vas a permitir que Pedro done parte de su hígado?
—Solo se lo explicaré. Él está por cumplir quince años y puede decidir por sí mismo.
Tras colgar con Martina, Luciana mantuvo el teléfono en la mano unos instantes, y luego marcó el número de Ricardo.
—¿Luciana?
—Mañana, ¿qué hora tienes libre? Vayamos juntos a ver a Pedro.
Al otro lado de la línea, Ricardo comprendió de inmediato.
—Está bien.
***
Como Ricardo tenía asuntos pendientes durante el día, quedaron de verse por la noche en la Estancia Bosque del Verano. Pasadas las siete, Luciana y él se encontraron frente a la entrada del lugar. Padre e hija se miraron con cierta incomodidad y frialdad.
—Entraré yo primero —anunció Luciana con serenidad—. Le diré a Pedro que hay un señor enfermo que necesita ayuda. Si él se niega, no lo presiones.
—C