Luciana continúa con voz suave, casi en un susurro:
—Fernando fue mi primer amor. Guapo, con buenos valores, provenía de una gran familia. Me amaba… solo a mí. Era leal y apasionado. Y yo también lo amaba…
—¡Basta! —exclama Alejandro, con el rostro lívido y los ojos fuertemente cerrados—. No me interesa tu historial amoroso. Lo único que quiero es tu presente y tu futuro.
—Tranquilo, que ya casi termino. —Luciana ignora el ceño fruncido de Alejandro y prosigue—. Lo quise con toda mi alma; cuando terminamos, sentí que me moría. Pensé que no volvería a ser la misma…
Alejandro siente que algo se enciende en su interior: un fuego oscuro y creciente en su mirada. Si no fuera ilegal, Fernando ya estaría en pedazos. Lo odia. Odia que haya conocido antes a Luciana y que encima haya sido su primer amor.
Pero Luciana no sigue hurgando en aquel recuerdo doloroso. Adopta un tono distante:
—Sin embargo, no solo sobreviví, sino que ahora vivo muy bien. Ya no lo amo. Para mí, Fernando se quedó en el