—… —Martina parpadeó, un poco incómoda—. Tal vez he estado estudiando demasiado para mis exámenes…
—Lo suponía —asintió Vicente, frunciendo el ceño—. Pues aprovecha la comida que pedimos y come bien…
En ese momento, sonó el timbre.
—¡Ha llegado el servicio de comida! Voy a recogerlo —dijo él, yendo hacia la puerta.
—Puf… —Martina soltó un largo suspiro de alivio, como si por fin pudiera deshacerse de un gran peso.
Luciana, que observaba todo con aire cómplice, se rió bajito.
—Tranquila, no te sonrojaste, así que no sospecha nada.
—¿Ah? —Martina alzó la cabeza y frunció los labios—. ¿Cómo lo notaste? ¿Se me nota mucho?
—No, casi nada —Luciana negó con una sonrisa—. Pero, a diferencia de Vicente, yo no soy tan despistada.
—Luciana… —Martina la tomó del brazo—. Por favor, no le digas nada. Te lo ruego.
—Descuida, si hubiera querido decírselo, ya lo habría hecho. Pero, Marti, llevas tiempo sintiendo esto. ¿Y si él sigue sin darse cuenta?
Martina se mordió el labio, con un dejo de resignaci