—Profe —lo saludó ella, suponiendo que se trataba de alguna tarea pendiente.
—Toma asiento —indicó Delio, mientras la observaba detenidamente—. ¿No estabas en reposo? ¿Por qué regresaste al trabajo tan pronto?
—Ya me siento bien —respondió Luciana con una sonrisa despreocupada—. Solo fue un resfriado ligero.
—Ajá… —Delio guardó silencio unos segundos, como si buscara las palabras adecuadas—. Estás en la última etapa del embarazo. Quizá sea mejor que te tomes una pausa del trabajo y pidas la licencia. Cuando nazca tu bebé, ya veremos.
—¿Cómo? —Luciana se quedó perpleja. Delio siempre la había apoyado para seguir con su labor médica. Además, veía normal que las doctoras trabajaran hasta poco antes del parto—. Profe, de verdad no creo que haga falta…
—Sí hace falta —insistió Delio con firmeza—. Tu vientre ya está bastante grande. Es mejor que vuelvas a casa y descanses.
A Luciana le pareció raro.
—¿Está pasando algo que yo ignore, profesor?
Delio vaciló un instante y finalmente se sinceró