—Entonces te encargo que se lo comentes. Después de todo, son esposos. Para ti es más sencillo que para nosotros.
Delio daba por hecho que, tras el incidente de la acusación falsa, la relación de la pareja estaba mejor que nunca. Luciana no tenía cómo explicarle la realidad, así que tragó saliva y aceptó a regañadientes.
—De acuerdo, puedo preguntarle. Aunque, siendo franco, él anda muy ocupado; no sé si podrá asistir.
—Si su agenda no se lo permite, Ignacio y yo lo entenderemos perfectamente —concedió Delio.
Luciana asintió y se retiró, preocupada. Hacía solo unos días Alejandro la había ayudado de manera increíble, y ahora tendría que llamarlo para pedirle otro favor. ¿No sonaría a que lo estaba buscando con cualquier excusa?
Sopesó el asunto todo el día; cada vez que tomaba el teléfono para marcar su número, terminaba dejándolo. Al llegar la noche, ya en su departamento, con la calma de las horas tardías, finalmente se armó de valor y marcó. El tono de llamada sonó una, dos veces… y