Entonces, alguien comenzó a bromear:
—Herrera, esta es una gran ocasión. ¿No piensas invitarnos a algo para celebrar?
—¡Exacto! Con lo de la “señora Guzmán” y eso… ¿no amerita una buena comilona?
—¿Qué tal un fiestón?
Las voces se mezclaban sin orden, cada vez más animadas. Delio echó un vistazo a su nueva pupila y alzó la mano para calmar el jolgorio.
—Tranquilos. Somos sus profesores y compañeros de más antigüedad. Haremos una bienvenida organizada por el departamento, como se debe.
—Ah… —De inmediato, el ambiente se calmó un poco.
La verdad, los festejos del departamento eran siempre lo mismo: un presupuesto limitado y los mismos lugares de siempre. Mucho más discreto que cualquier plan que involucrara a la “señora Guzmán.”
Alguien todavía no se daba por vencido y volvió a preguntar:
—Herrera, ¿usted qué opina?
—Yo… —Luciana no supo qué responder.
Ella no tenía tanto dinero y, si le tocaba pagar, sería peor que la propia fiesta del departamento. Quizá podría ofrecerles a todos otra