Capítulo 379
Cuando él lo admitió sin rodeos, Luciana se quedó boquiabierta. Alejandro no era de esos hombres que van proclamando sus sentimientos por ahí, así que, para que reconociera algo así de manera tan directa, esa chica debía de ser muy especial.

Impulsada por la curiosidad, le lanzó otra pregunta:

—¿Quién es? ¿La conozco? ¿Crees que haya podido verla alguna vez?

Lo cierto era que, en todo este tiempo desde que se casaron, Luciana no le había visto compartir demasiado con más mujeres aparte de Mónica.

—Luci… —murmuró Alejandro, abrazándola con una mezcla de ternura y resignación—. No preguntes más.

—¿Cómo que “no pregunte”? —ella frunció el ceño y le pinchó el pecho con un dedo—. No seas así, cuéntame.

—Tranquila —pidió él con una sonrisa apenada, sujetándole la mano inquieta—. Esa persona es distinta. Luciana, no te conviene saberlo… Te vas a enojar.

—¿Ah, sí? —ironizó ella—. Entonces, ¿es tu gran amor?

—Podría decirse que sí —asintió de nuevo, sin rastro de vacilación.

El pecho de Luciana
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