Martina asomó la cabeza con curiosidad:
—¿Un regalo de bodas? Seguro que sí, ¿no?
—Probablemente —respondió Luciana.
—¿Lo abrimos? ¿Necesito hacerme a un lado? —bromeó Martina, guiñándole un ojo.
—Ay, qué tonterías dices —refunfuñó Luciana, devolviéndole una mirada divertida.
Con la misma, se dispuso a abrir el paquete. Dentro había una caja para joyería, algo que sugería la forma de una pulsera o un collar. Efectivamente, al abrir la tapa descubrieron una pulsera.
—Oh —exclamó Martina, alzando las cejas—, está bonita.
Lo mejor era que el diseño se ajustaba bastante al gusto de Luciana: simple, delicado y elegante. En la cajita venía también una pequeña tarjeta con un texto manuscrito:
[Que encuentres a esa persona que te dé la alegría de una ciudad llena de luz,
y que con su canción te brinde un calor para toda la vida.]
La caligrafía era refinada y fluida, indudablemente la letra de Fernando.
Por un momento, las dos se quedaron sin palabras. Luciana se preguntaba con qué sentimiento