Esas dos señoras debían de ser las madres de las fans que la atacaron el día anterior. Por lo visto, la policía las había detenido, y Mónica estaba convencida de que era Luciana quien los había incitado a hacerlo.
Luciana suspiró, con una media sonrisa irónica:
—Verán, yo no llamé a la policía. Están buscando a la persona equivocada.
Iba a dar media vuelta para marcharse, pero Mónica la sujetó por el brazo con mucha firmeza.
—No fuiste tú quien llamó, tal vez. Pero fuiste tú quien azuzó a Alejandro. Es obvio. Tus agresoras solo estaban jugando y cualquiera con ojos en la cara lo notaría. ¿Era necesario exagerar y mandarlas a prisión?
—¿Jugando? —Luciana soltó una risa incrédula—. Lo siento, pero si “lanzar un supuesto ácido” a la cara de alguien y amenazarla se considera un juego, pues no lo veo.
Mónica se quedó sin palabras por un segundo; la rabia le tiñó las mejillas. Entonces, volvió la mirada a las dos madres, quienes se arrodillaron de pronto ante Luciana y empezaron a suplicarle