Mientras más lo pensaba, más se molestaba. Tomó aliento y continuó:
—Sí, acepté casarme contigo para complacer a tu abuelo, pero no me vendí por completo. Sigo teniendo mi dignidad y mi propia visión de las cosas, y pienso conservarlas.
Sin agregar nada más, le dio la espalda y salió de la habitación rumbo a la biblioteca.
Por su parte, Alejandro se aflojó la corbata con impaciencia, sin conseguir que el aire le llegara a los pulmones con la calma que necesitaba.
***
Ya pasaban de las once de la noche. Luciana seguía en el estudio, sin intención de volver a la habitación. Alejandro, sintiéndose intranquilo, dejó a un lado su tableta y se pasó la mano por la frente con impaciencia. Al final, decidió ir tras ella. Se detuvo en la puerta y llamó con los nudillos.
Aunque técnicamente era su biblioteca, últimamente Luciana la usaba más que él.
—Adelante —se oyó desde dentro.
Al empujar la puerta, Alejandro vio a Luciana enfrascada en sus libros, sin molestarse en levantar la mirada. La disc