Capítulo 315
Los dos secuestradores se quedaron en silencio unos dos segundos.

—¡Imposible! —espetó el flaco, poniéndose de pie de un salto—. ¡Eso no puede ser!

—¡Lo juro! —Mónica empezó a hablar atropelladamente—. ¿Para qué mentiría, sabiendo que estoy en sus manos? ¡Es cierto que le dije a Alejandro Guzmán que esperaba un hijo suyo, pero solo lo hice para evitar que me dejara! Fue una mentira… ¡nunca existió ningún bebé!

—¿Qué? —Los hombres se miraron con gesto de incredulidad y frustración.

—¿Estás tratando de engañarnos para escapar, eh? —gruñó el más robusto.

—¡No es mentira! —replicó Mónica, al borde del llanto—. Si tienen dudas, llévenme a un hospital de inmediato. Una simple prueba de sangre lo demostraría en un segundo.

Esa propuesta tomó por sorpresa a ambos. Durante unos instantes, no supieron cómo reaccionar.

El hombre robusto murmuró:

—Esta tipa no parece estar mintiendo.

Su compañero, el flacucho, frunció el ceño en silencio, sumido en un conflicto interno.

—Así es —continuó Mónica, a
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