Capítulo 225
Él la observó, en sus ojos una mezcla de incomprensión y, tal vez, arrepentimiento.

—¿Por qué no? —insistió, con una voz quebrada por la tensión—. ¿No los querías?

Alejandro sentía que la entendía bien; sabía que ella no era alguien a quien le importara mucho la comida. Si había ido hasta la tienda ese día, era porque realmente le apetecían. Pero su rechazo le daba a entender que, efectivamente, estaba molesta.

Él respiró hondo, sintiendo un dolor sordo en el pecho, y se armó de paciencia para hablar con ella en tono conciliador.

—¿Sigues enojada? Te dije que lo compartiríamos, ¿por qué te fuiste sin llevar nada?

Luciana lo miró, incrédula, con sus ojos centelleando de rabia.

—¿Me lo dices en serio? ¡Fui yo quien lo pidió primero! Pero llegaron ustedes a quitármelo como si fuera un favor dejarme algo. ¿Querías que agradeciera y me sintiera honrada?

Alejandro se quedó en silencio, sorprendido, las palabras atrapadas en su garganta. Intentó explicarse, sin mucha seguridad:

—No… no sabía
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