—No —Salvador negó con la cabeza y le lanzó a Martina una mirada de reojo, algo inquieto. ¿Se habría molestado?
Martina sí estaba molesta, pero más que nada, desconcertada. No había imaginado que, al despertar, sus padres habrían cambiado por completo la actitud hacia Salvador.
—Don Carlos, lo llevo primero al auto.
—Está bien.
Salvador lo cargó y salió con él.
Laura miró a su hija y suspiró.
—Marti, Salvador sí vale la pena. Te cuidó un año entero. Dime, ¿cuántos jóvenes harían eso? Y además de su exesposa… hasta limpiarte y cambiarte.
—¡Mamá! —Martina se sonrojó—. ¿Qué estás diciendo?
—La verdad —Laura le lanzó una mirada leve, pero firme—. Hizo por ti lo que nadie, aparte de tu papá y yo, habría hecho. Ni tu hermano. —Señaló hacia el patio—. Míralo: aunque tú ya lo rechazaste, en cuanto hubo un problema en la casa, vino de inmediato. Sigue pendiente de ti.
—Mamá…
Cada palabra en defensa de Salvador le apretó el entrecejo a Martina; la irritación le zumbó por dentro.
—No entiendes…
—