Tras la quimioterapia, Martina se sometió a nuevos estudios.
Cuando estuvieron listos, el médico dijo que la respuesta había sido buena. Reunió a la familia y fijó la fecha de la cirugía: sería el fin de semana. Como el quirófano no solía programar operaciones esos días, hicieron una excepción para ella.
La víspera de la operación, se sentaron frente a frente y, con la máquina en la mano, se raparon mutuamente.
Martina le pasó la palma por la cabeza, ya con una sombra azulina de cabello recién salido.
—Te creció rapidísimo.
No era su caso; a ella casi ni le hacía falta volver a pasar la máquina. Su cuerpo estaba en ese modo de declive que ella misma alcanzaba a sentir.
—Porque siempre lo llevo corto —dijo Salvador, notando su bajón y cambiando el clima con una broma—. ¿No has oído? El pelo es de esos que “entre más lo cortas, más crece”.
—¿Ah, sí? —frunció el ceño, dudando.
—Claro —sonrió—. Ustedes, con el pelo largo, no lo notan. Mira mi barba: si me la afeito en la mañana, en la noch