Capítulo 1559
Esa noche Luciana y Alejandro se quedaron en el hospital, de guardia.

Pedrito había salido bien; después del tratamiento durmió como un lirón.

Alejandro habló con la enfermera para que estuviera pendiente y, ya afuera de la habitación, tomó a Luciana de la mano.

—Vamos —dijo—. Solo a comer algo cerca. Si no comes, el que va a caer antes que Pedrito eres tú.

Salieron del edificio tomados de la mano.

En Vancouver empezaba a neviscar. A diferencia de Ciudad Muonio, la ciudad abierta y silenciosa se sentía enorme; en esa noche quieta, casi podía oírse cómo caían los copos.

Luciana bajó la mirada hacia sus dedos entrelazados y apretó los labios.

—Lo de hace rato…

Alejandro se le adelantó:

—Pedrito me dijo “cuñado”. ¿Por qué no lo corregiste? Hasta te escuché asentir.

—¿Eh? —ella se quedó pasmada y se puso colorada—. Yo… no caí en cuenta.

—¿Y quién te pidió disculpas? —él le sostuvo la barbilla, los ojos encendidos clavados en los de ella—. No quiero disculpas, Luciana Herrera. Quiero el lug
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP