Capítulo 1538
Lo peor había sido la impotencia: temía que a Martina no le quedara tiempo… y que a él tampoco.

—Bueno, ya —Martina le palmeó el hombro a Vicente y miró a Luciana—. Los tengo a ustedes; son como mis hermanos de otra madre y otro padre. —Soltó una risita—. Con ustedes aquí, voy a aguantar.

***

En la entrada, Salvador seguía dentro del auto, sin animarse a irse. Ni él sabía por qué. Era una terquedad sorda, inexplicable.

Entonces salió Vicente.

A Salvador se le afiló la mirada. Últimamente, ¿no andaban demasiado juntos él y Martina? ¿Estaban… juntos?

Vicente cerró el portón y estaba por subir a su coche cuando, de golpe, alzó la vista hacia la esquina.

Sacó las llaves… y caminó directo al auto de Salvador.

Salvador frunció el ceño. “¿Me vio?”

Lo confirmó en segundos: Vicente tocó el cristal.

Salvador no se hizo esperar; bajó la ventana y lo miró de lado.

—¿Algo?

—Bájate —dijo Vicente, serio, sin cortesías.

A Salvador le dio risa. ¿Venía a buscar pleito? Bien. También a él le molestaba el
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