—Sí, de acuerdo —sonrió Lucy, conteniendo la emoción—. Por fin, después de tantos días, una buena noticia… Esta noche cenamos en familia, como se debe.
Volvió sobre Kevin:
—Inviten también a Kevin. Lleva días sin ver a su hermana y me tiene vuelta loca de tanta insistencia.
A la hora de la cena, Kevin llegó.
—¡Hermana!
Antes de verlo, ya se oía su voz en el pasillo; un segundo después, el niño irrumpió corriendo. Al ver la escena, a Alejandro le vino a la mente la imagen de Alba lanzándose a sus brazos cada vez que lo veía. Dicen que los sobrinos salen a los tíos; una ley universal.
—Kevin.
Él se detuvo y miró a Alejandro. Aún no se habían presentado formalmente.
—Yo te conozco. Tú eres… ¿el esposo de mi hermana mayor?
No esperó respuesta; frunció el ceño.
—No, perdón: el excuñado. ¡Ya no eres el esposo de mi hermana!
Alejandro se quedó mudo.
—¿Y por qué dejaste de serlo? ¿Es que mi hermana no te parece suficiente? —se lanzó Kevin, para enseguida contestarse a sí mismo—. Eso sí que no.