—Yo… yo tampoco sé qué decir —Salvador murmuró al fin.
—Bua… —Estella se cubrió la cara con ambas manos y rompió a llorar otra vez, sin poder parar.
Salvador dudó, se removió en el borde de la camilla y, al final, habló:
—No te castigues más… Ahora lo importante es pensar qué vas a hacer.
—Yo… —Estella apartó las manos. Tenía los ojos completamente enrojecidos—. No sé.
—Estella —Salvador respiró hondo—, eres la madre. La decisión es tuya. Solo tuya.
Ella lo sabía. Y aun así…
—Pero… pero…
Abrió la boca y no salió nada.
Salvador pensó un segundo y preguntó:
—¿Has considerado avisarle a Renato Smith?
Estaban divorciados, sí. Pero el bebé, al final, era de los dos. Y además, todo acababa de firmarse.
—¡No! —Estella reaccionó con una furia seca—. Ese niño no tiene nada que ver con él. ¡Nada! No merece saberlo, mucho menos decidir sobre esto.
—Estella… —Salvador bajó la voz—. Si decides tenerlo, tarde o temprano se va a enterar.
—Yo… —ella se quedó en blanco. Empalideció más—. Solo de pensar