—¿Eh? —Luciana, por reflejo—. Estoy bien.
—¿Eso te parece “bien”? —Martina alzó la mano y le secó las lágrimas—. Mírate cómo estás llorando.
¿Llorando? Luciana se tocó la cara: la tenía empapada. Ni lo había sentido.
—Luci —Martina le envolvió las manos frías—. A estas alturas, angustiarte no ayuda. Tienes que resistir.
La mirada de Luciana quedó perdida. No reaccionaba.
—¡Luci! —Martina se mordió el labio, arrepentida de haberlo soltado así—. Piensa: Alejandro es fuerte. Ya lo apuñalaron, ya le pusieron una bomba, y salió vivo. Esta vez también va a librarla.
“Sí…”, pensó Luciana en silencio. En ambas, los autores habían sido los mismos. Y él sobrevivió. Pero ¿cuántas veces alcanza la suerte? ¿Esa familia no tenía límites?
***
Al día siguiente llamó la boutique de novias de la Calle del Pabellón Oeste para que Luciana se probara el vestido. Ya la habían medido, pero con la tela montada había que ajustar en cuerpo.
Fernando la pasó a buscar al hospital de la UCM. Apenas la vio, notó lo