Las dos eran como hermanas y no se guardaban secretos. Martina le contó a Luciana todo lo de la isla.
—Con razón —Luciana se quedó callada un momento y suspiró—. Salvador y Alejandro son muy amigos.
Aunque ya sabía la verdad sobre Mónica Soler, había algo esencialmente parecido en cómo esos dos hombres manejaban los afectos.
—Marti —Luciana no pudo evitar mirarse a sí misma en el espejo de su consejo—, por lo que cuentas, él te trata bien. Aún llevan poco. No tomes decisiones en caliente.
—¿Qué crees que voy a hacer? —Martina sonrió—. ¿Divorciarme recién casada?
Negó con la cabeza.
—Tú sabes que no tengo ese valor. —“No puedo decepcionar a mi familia”, pensó.
Luciana cambió de frente y le tocó la cara.
—Estás más flaquita. Dijiste que no te cae la comida. Después del trabajo ven conmigo a ver a Gabriela —la estudiante de Tomás Gutiérrez, buena para ajustar el estómago—. Que te dé algo para regular.
—Va. —A Martina también le parecía raro estar comiendo tanto sin subir ni un gramo. Un p