Capítulo 1366
La empleada por horas no entendía nada: ¿no andaban pegados todo el tiempo? “Parece que pelearon”, pensó. Terminó de preparar la comida y, con cautela, se asomó:

—Señor Morán…

No alcanzó a preguntar. Desde arriba sonaron pasos: Martina bajaba.

—¿Ya está la comida? Tengo hambre.

—¡Lista! —se apuró la empleada—. Ya pongo la mesa, señora.

Le lanzó una mirada a Salvador y corrió a la cocina.

Salvador frunció el ceño hasta hacerse un nudo. “¿Encima trae buen ánimo y apetito?”, se dijo. Se levantó sin prisa y entró al comedor.

Martina ya estaba sentada, con el tazón de arroz entre las manos. Ni alzó la vista: atacaba el plato.

A Salvador se le oscureció más la cara. Arrastró la silla y se sentó.

—Come menos.

—¿Perdón? —por fin lo miró—. ¿En su casa no dejan comer hasta quedar satisfecha?

—¡Ya no comas!

Recordó por qué quería “engordar” y le volvió la punzada de enojo. Le arrebató los cubiertos.

—¡Oye! ¡Dámelos!

—No.

—… —a Martina se le subió la bilis, pero no se quedó corta. Miró a la entrad
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