Martina sintió que la dejaban como la villana.
—No me importa si está hecho polvo o no: así pones a Luciana en aprietos.
—No la pongo —Salvador le tomó la mano—. Alejandro es un caballero. No va a hacer nada fuera de lugar. Solo… verla de cerca.
Por si no alcanzaba, le explicó:
—Piensa: si Alejandro Guzmán quisiera hacer algo, ¿de verdad necesitaría usar mi boda?
Touché. Aun así, Martina seguía rumiando.
—Igual hay que preguntarle a Luci. Si no quiere, lo invitaste tú: tú mismo te lo llevas.
Le soltó la mano y fue directo a buscar a Luciana.
—Ay… —Salvador se rascó la nuca, entre divertido y vencido.
—Luci —Martina la sujetó—, perdón.
—No pasa nada.
Luciana ya entendía las advertencias previas.
—Si te incomoda, si no quieres, yo…
—De verdad no pasa nada —Luciana alzó la mano—. Es tu gran día. Si tú no me juzgas por la “mala suerte”, ¿yo voy a poner condiciones?
Además, la había visto regañarlo.
—No peleen por esto. Tú quieres a tus personas más cercanas y él también. Ténganse tantita p