Luciana no cumplía ninguna de esas “señales de buena suerte”: familia de origen hecha trizas y un divorcio a cuestas.
—¿Mala suerte? —Martina soltó la risa—. ¡Mejor! Luci, por favor siéntate firme en el puesto de dama de honor y explota toda tu mala suerte. Idealmente me cases y me divorcies el mismo día. ¡Te prendo velitas como a una santa!
Luciana se llevó una mano a la frente. "¿Así o más obligada a casarte?"
Martina zanjó el tema con la mano.
—¿Y ustedes? Tú y Fer, ¿no están avanzando?
—Tenemos que esperar. No será tan pronto.
La familia Domínguez preparaba cosas, sí, pero primero Fernando debía recuperarse mejor.
***
Unos días después, en su jornada libre, Luciana salió con Alba. Ella iría a probar el vestido y la niña, su atuendo de niña de las flores.
Los Morán enviaron un auto por las dos. Cuando llegaron, Martina ya estaba ahí… pero Salvador Morán no.
—¿Vienes sola? —se extrañó Luciana—. ¿No vivías con Salvador?
—¡Qué va! —Martina negó—. Salió a recoger al padrino.
Frunció el