Capítulo 1275
Aun así, las lágrimas no obedecieron.

Antes creía que su vida ya era bastante dura. Pero, comparada con la de Ricardo Herrera, ¿qué tanto pesaba? Él vivió entero entre engaños y traiciones: Lucy Pinto, Clara Soler… Siempre solo. Siempre a la intemperie.

"Ah…"

El corazón se le hizo un nudo. Le dolía tanto que no podía mantenerse erguida.

—Luciana —Enzo la sostuvo—. Hazme caso, vamos con un médico.

No le dio margen para negarse: la tomó en brazos y la acomodó en el asiento del auto.

—No voy al hospital —dijo ella, recostándose; débil, pero firme.

No era algo que un hospital pudiera arreglar. Tampoco podía entrar así a casa: podría asustar a Alba.

Enzo, atado de manos ante su negativa, sacó un pañuelo para secarle el sudor. Luciana giró el rostro; él terminó por dejarle el pañuelo. Ella no lo tomó. Probó con una botella de agua; la destapó y se la ofreció.

Nada. Luciana cerró los ojos y se quedó en silencio. Solo necesitaba un rato. Cuando el aire regresara al cuerpo, bajaría y entraría.

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