Luciana se detuvo por instinto y alzó la vista.
—¿Marc…? —se le heló un segundo la voz—. ¿Marc?
A esa hora, Marc Hernández había pasado por el hospital a recoger medicación para su madre.
Con el ceño fruncido, la miró con extrañeza:
—¿Estabas hablando con Martina?
—Eh…
Delante de él, Luciana siempre sentía esa incomodidad que provocan los hermanos mayores.
—Déjame ver —extendió la mano.
Luciana le entregó el celular. La llamada seguía abierta; se oyó la voz de Martina al otro lado:
—¿Luci? ¿Por qué no dices nada? ¿Qué pasó?
Marc apretó la mandíbula.
—Soy Marc, tu hermano. ¿Dónde estás?
Al final, Luciana y Marc entraron juntos a la habitación.
Ver a Martina en la cama le apretó el pecho… y le subió la rabia.
—Tienes un talento, ¿eh? —soltó, entre dolorido y furioso—. No solo terminas en el hospital: además lo ocultas en casa.
—Hermano… —Martina no tenía defensa—. Fue culpa mía. No te enojes.
—Ay, Martina… —Marc respiró hondo. La conocía y adivinaba por qué lo hizo—. ¿Para que no nos pre