—Bueno… está bien.
Carlos miró a Salvador varias veces, queriendo decir algo y quedándose a medias.
—No se preocupe —se adelantó él—; yo mismo llevo a Marti de regreso.
—Sí… gracias.
Era un alivio saber que su esposa estaba fuera de peligro, pero lo que más inquietaba ahora al padre era su hija.
—Entonces se la encargo, señor Morán.
Con el padre y Marc ya camino a casa, Martina decidió volver a su departamento. Subió al coche de Salvador y, en cuestión de minutos, llegaron.
Él la acompañó hasta el piso. Cuando la puerta del departamento se abrió, ella se volvió y, casi sin pensarlo, lo invitó:
—¿Quieres pasar un rato?
—¿Puedo? —Los ojos de Salvador chispearon.
—Claro. —Martina dibujó una pequeña sonrisa—. Adelante.
El departamento era pequeño, pero impecable. Salvador, que ya había visitado el anterior, echó un vistazo alrededor:
—Está un poquito mejor que el anterior.
Martina le sirvió un vaso de agua.
—Para un hombre como tú, un depa tan humilde no debe ser gran cosa.
—Para nada —neg