El ruido era insoportable; con aquella voz retumbándole en los oídos, Martina tuvo que alejar el celular de la oreja.
Al no obtener respuesta, Salvador se impacientó aún más.
—¿Marti? ¿Sigues ahí? ¿Por qué no hablas? ¡Martina!
—¡Qué lata…! —murmuró ella, conteniendo las ganas de poner los ojos en blanco. Acercó de nuevo el teléfono—. ¿Puedes bajar la voz? Me vas a reventar el tímpano; es muy tarde y vas a despertar a todo el edificio.
Si Salvador decía que no la encontraba, seguramente estaba parado frente a su departamento de Calle Sakura. En esos edificios populares vive muchísima gente; ¿cómo no iba a molestar?
—Está bien —contestó él, bajando el volumen—. Hablemos bien. ¿Dónde estás? Paso por ti.
Martina soltó una risita.
—¿Desde cuándo eres mi chofer, don Salvador?
—Martina…
—Ya, suficiente. —Al ver que él volvía a alterarse, decidió no provocarlo más—. Estoy en casa de Luci; me quedo a dormir aquí esta noche.
—¿Luciana?
—Ajá.
—Ah. —Salvador respiró, más tranquilo, pero no pudo ev