Capítulo 1152
—Llegamos —anunció Alejandro sin moverse del asiento—. Mi pierna no coopera; y aunque cooperara, supongo que no me necesitas… Baja tú sola, ¿sí?

—Gracias, yo me bajo.

Luciana abrió la puerta y descendió. Él la siguió con la mirada, pero no bajó el cristal.

Pasaron varios segundos, hasta que su figura desapareció calle adentro; solo entonces el chofer se atrevió a preguntar:

—¿Nos retiramos, señor Guzmán?

—Sí, vámonos.

Mientras el auto se incorporaba al tráfico, Alejandro meditó un instante y sacó el celular.

—Ale.

—Consígueme a alguien que siga a Luciana: a dónde va, qué hace, con quién se reúne… Quiero cada detalle.

—Entendido.

Aquella noche Martina llegó a la villa Herrera. Recorrió la planta baja admirada.

—Vaya, quedó increíble.

De niñas habían sido compañeras; Martina recordaba vagamente la casa, pero desde que la madrastra de Luciana se mudó, casi no había vuelto.

—Claro. —Luciana le sirvió una taza—. Mamá la escogió y definió todas las terminaciones. Tenía muy buen gusto.

Martin
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App