Capítulo 1119
Sus ojos mezclaban desconcierto y candor.

—Si quieres… pellízcame.

—¿Mm? —Luciana parpadeó, voz baja y dulce—. ¿Para ver si duele?

—Ajá —asintió con gesto atolondrado—. Dicen que, si sueñas, el dolor no se siente.

—Ya veo… —a ella se le anudó la garganta. Las yemas le temblaron al rodearle el rostro y, en lugar de pellizcarlo, lo besó.

Alejandro abrió los ojos de par en par: ¿la estaba besando?

Luciana cortó el contacto enseguida; temía dificultarle la respiración ahora que el veneno seguía purgándose. Él, boquiabierto, tenía la misma mirada aturdida que Alba al despertar de la siesta; los genes no engañan, pensó ella con ternura.

—¿Qué dices? —acarició sus labios agrietados—. ¿Aún crees que es un sueño?

Un trago difícil le recorrió la garganta; respondió casi en un suspiro:

—Ahora… todavía más.

Si fuera real, ¿cómo se atrevería ella a tomar la iniciativa?

Luciana no dio margen a esas dudas: volvió a sujetarle la cara y lo besó de nuevo, esta vez diez largos segundos.

—Tontito —murmuró
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