—¿Casa? —repitió él, captando solo aquella palabra—. ¿Entonces la villa Trébol ya es tu hogar?
Luciana se mordió la lengua; ni era su intención ni pensaba admitirlo. Él lo dio por zanjado.
—Vine a buscarte; tu cirugía terminó, ¿no? Vámonos.
—Aún no —señaló el consultorio—. Falta dejar indicaciones post operatorias.
Él no discutió: la llevó dentro, la acomodó en la silla.
—Hazlo. Te espero.
Luciana percibió algo raro: Alejandro irradiaba una tristeza densa, contenida. ¿Qué podría haberle sucedido?
Acabó en pocos minutos. Él la cargó de nuevo, la acompañó al vestidor; cuando se cambió, volvió a tomarla en brazos y no le dirigió casi palabra.
Llegaron a la villa; el gesto hosco seguía allí. La subió al dormitorio.
Luciana decidió romper el hielo con humor.
—Señor Guzmán, hoy no has sonreído ni una vez… ¿Será que ya tienes nuevo amor y estás pensando cómo deshacerte de mí?
Él parpadeó y arqueó una ceja.
—Continúa.
El chiste le congeló la sonrisa.
—Solo dilo y desaparezco; hago mi maleta y