De repente sintió una fuerza en su muñeca que la jaló hacia atrás.
Al instante, cayó en un cálido abrazo.
Un aroma penetrante mezclado con whisky y tabaco hizo que Lucía respirara profundo.
—Diego Morales, aún no estoy muerto.
Las palabras frías cayeron justo desde arriba de la cabeza de Lucía.
Diego, al ver a Mateo frente a él, quedó desconcertado. Tanta gente hablando a espaldas de Lucía, incluso Mateo ya traía a la nueva empleada.
¡Y resulta que...!
¿Mateo estaba aquí defendiendo a Lucía?
De cualquier manera, lo importante ahora era enfrentarse definitivamente a Mateo.
Diego miró fijamente a de Mateo, con una sonrisa complaciente en la comisura de sus labios: —Señor Rodríguez, aunque no hayamos tenido colaboraciones, tenemos mucho futuro por delante. ¿No crees?
Mateo no respondió, sus delgados labios estaban apretados en una línea recta.
En sus brillantes ojos negros se acumulaba una capa de escarcha.
Lucía lo notó, era presagio de que Mateo estaba furioso.
Lucía se aclaró la gargan