Apenas llegamos a la casa, Piero ya se encontraba allí. Me acerqué a él. Quería llorar, necesitaba consuelo, pero me aguanté.
— No te preocupes, traeré a mi nieto y a mi hijo sanos y salvos — me aseguró.
Yo respiré profundamente.
— Quiero ir contigo, quiero matarlo yo con mis propias manos — le dije.
Piero nego con la cabeza.
— No te preocupes, pequeña, él morirá, y serás tú quien lo asesine — me dijo.
Yo asentí. Eso era lo que necesitaba escuchar. Ya estaba cansada de ser la damisela en apuros. Hoy me iba a convertir en el demonio que todos esperaban.
— ¿Saben dónde están? — pregunté.
Piero y Jacob asintieron de inmediato.
— Tranquila, Fabien cuidará al pequeño con su vida — me dijo Piero.
Estaba demasiado intranquila. Quería a Fabien de vuelta también. Ambos me estaban preocupando demasiado.
— Quiero ir con ustedes — le dije a Piero.
Él negó con la cabeza otra vez.
— Tendrás a Coppola, pero no irás con nosotros. Es peligroso — me dijo.
Yo negué con la cabeza energéticamente. Yo iría