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Mi vida en estos días se ha reducido a Valentino. Ese niño está por todos lados, habla hasta por los codos. No puedo entender cómo Carolina se lo ha podido aguantar por tanto tiempo. Hasta Jacob ya estaba cansado de él. Yo respiré profundamente mientras íbamos rumbo a la fiesta de cumpleaños del hijo de Silvio. Aún no entiendo cómo pudo embaucarme para salirse con la suya.

— ¿Puedo comer dulces? — Me preguntó mientras se sentaba en mis piernas.

— No — le respondí.

Él me miró con mala cara. Iba a tirarlo por la ventana del coche si seguía hablando.

— ¿Puedo comer solo dos? — volvió a preguntar.

Carolina empezó a reír. Yo no le veía lo gracioso al asunto. Valentino empezó a jalar mi corbata para que le prestara atención.

— ¿Qué quieres? — le pregunté de mala gana.

Él puso ojitos de perro regañado.

— ¿No me quieres? — Me preguntó. Era increíble cómo manipulaba a las personas.

— No — le respondí.

Él se bajó de mis piernas y fue a las de su madre. Carolina me miró mal y después a
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