Cuando llegamos a la casa de Lorenzo, fuimos llevados a una habitación. Allí estaba Silvio, amarrado en una silla, vuelto mierda, ni siquiera estaba consciente. Mariano trató de acercarse a él, pero yo lo detuve. No quería otro problema más.
Lorenzo llegó, me miró y luego a Mariano.
— ¿Viniste a buscar a este infeliz? ¿Cómo quieres llevártelo? — preguntó.
Me acerqué a una silla que estaba cerca, me senté, prendí un cigarrillo y le di una calada profunda.
— Sería muy pendejo de tu parte comenzar una guerra por él — le dije, señalando a Silvio.
Greco se acercó a Silvio, levantó su cabeza agarrándolo por el cabello. Silvio se despertó y me miró.
— Fabien, sácame de aquí, por favor — me suplicó.
Greco le dio un puñetazo y Silvio empezó a quejarse.
— Si... tienes razón, sería una pérdida de tiempo. Pero no puedo dejarlo ir como si no hubiera pasado nada — dijo Lorenzo.
Asentí y miré a Silvio por un momento.
— ¿Qué quieres hacerle? La verdad, yo no quiero perder el tiempo en conversaciones